No se podía esperar menos de Nolan. Cintas como Memento u Origen, donde se plantean problemas de la
mente, de la memoria en la primera y, épicamente, del recuerdo en la segunda;
han hecho de él un director que brilla con luz propia por la manera personal de
tratar sus películas: Con una carga psicológica, el otro lado del ser humano.
Dejar una trilogía en manos de Nolan, una trilogía del héroe de un cómic, es
algo que se espera ¿Cómo lo resuelve un director serio, que pone en manifiesto
el lado humano, psicológico de sus personajes? ¿Optaría por la ficción
exagerada de Burton? ¿Cómo se tomaría la ficción de un cómic? Con cierto realismo, si no fuera por la capa y la siempre oscura
Gotham; un realismo que nos permite llegar incluso a la carga política de la
que Zizek escribe. Otra cosa a destacar del título es la capacidad de Nolan de
escapar al héroe de la máscara y presentarnos a personajes con dilemas éticos.
Wayne llega incluso a antihéroe. La humanización de Batman, del héroe, la no
idealización de los personajes sitúa a la trilogía en cine de vanguardia.
En la tercera entrega, Ocho años después de los sucesos de
Joker, se ve a un Wayne autoexiliado en su propiedad. Su inversión en una
planta generadora de energía fue cerrada por traer consigo el peligro de una
explosión nuclear. Aparece Miranda, quien quiere apoyar a Wayne en su trabajo
filantrópico y su regreso a la sociedad. Después de la muerte de Dent, quien ya
se ha vuelto un mito, el mito de la moralidad, el comisario Gordon no se siente
preparado (o siente que la ciudad no lo está) para decir la verdad. La mentira
sobre la culpa que recae en Batman sigue vigente. El “villano” aparece
encarnado en Bane, otro miembro de la Liga de las Sombras, quien se encarga de enfrentar
directamente a Wayne mediante la Wall Street, donde reduce su riqueza. Wayne le
da el liderazgo de sus empresas a Miranda y vuelve a ser Batman. Bane lo reduce
y lo encierra en una prisión profunda de donde cuentan, solo un niño pudo salir
y se presume a lo largo de la cinta que fue Bane. Destaca también Kyle, la gata
ladrona que roba solo a los ricos y traiciona a Batman al entregárselo a Bane.
Con Wayne encerrado, Bane toma el poder de Gotham, se apoya
en una nota de Gordon donde confesaba la verdad sobre Dent. Al caerse el mito
de la moralidad que éste encarnaba, Bane libera a los prisioneros bajo la Ley
Dent. Y empieza una revuelta y acorrala a las fuerzas del orden en túneles
subterráneos. Bane también logra poseer
la planta generadora de energía de la compañía de Wayne, convertida ahora en
arma nuclear. Luego de intentos fallidos, Wayne logra salir de su profunda
prisión. Al ir al rescate de Gotham se enfrente a Bane, pero se ve traicionado
por Miranda quien lo apuñala y lo deja herido. Se devela que no fue Bane quien
logró salir de la prisión, sino Miranda, hija de Al Ghul, ex líder de la Liga
de las Sombras. Más bien Bane fue quien la ayudó, dejándose golpear por quienes
querían impedírselo. Kyle, la gata, ahora se une a las fuerzas del orden y
ayuda a Batman.
Finalmente, al más puro estilo mesiánico, Batman se inmola
trasladando el arma nuclear de Gotham al mar y para pintar más la figura, luego
de su presunta muerte, se le ve tal como Alfred se lo imaginó, con una
compañera y a colores.
La cinta no es decepcionante, considerando la carga que
tenía encima: dos entregas previas épicas. Desde las primeras secuencias, se
deja notar una fotografía memorable. El tiempo es justo, casi tres horas. La
historia va acompañada por la banda sonora de Hans Zimmer, con su talante wagneriano
y silenciosamente omnipresente.
Pero es necesario adentrarnos un poco en los significados
que Batman encierra. Recordemos la segunda entrega con un Ledger relevante, a
cuyo personaje (Joker) Zizek, no dudó en compararlo con Assange: “El Joker
quiere revelar la verdad detrás de la máscara, convencido de que esto va a
destruir el orden social”. Claro está, los Wikileaks y la máscara detrás de quienes
manejan el orden social, la verdad que tras ello se esconde. Y, es cierto: “la moraleja tras la película
es que la mentira es necesaria para mantener la moral pública”.
Hay una nueva moraleja occidental en la tercera entrega, una
analogía entre la revuelta de Gotham y el movimiento OWS (Occupy Wall Street),
un mantenimiento del orden social, un Bane profundo y un Wayne mesiánico.
Fuente: The Guardian |
Al margen de ello, es cierto que The Dark Knight Rises tiene una carga ideológica significativa; pero
no es la única cinta. No es extraño que en el cine occidental se haya
combatido, primero con un demente perverso y luego con un terrorista sin límites
para mantener el orden. Lo que diferencia a Batman es que el terror, encarnado
en Bane, no se lleva solo a cabo por él, los revoltosos no son anónimos,
extranjeros; sino se sitúan dentro de la misma ciudad y son la gran mayoría, su
tarea es derrocar las élites de la sociedad, incluso realizan juicios populares
donde las únicas sentencias son la vida
o la muerte. La imagen es clara. Bane es, también, un hombre motivado por el
amor, en oposición a Wayne, lo que
profundiza Zizek con una comparación del Che. Además, tiene el poder de manejar
masas, he ahí su principal amenaza.
Batman refleja tiempos actuales. Evidentemente Nolan se
sostiene en la ficción para decidir las analogías. La cinta posee personajes
con dilemas éticos, resoluciones peligrosas, una inmolación y un público que lo
asume.