viernes, 8 de diciembre de 2017

La Paisana Jacinta y la evidente presencia de racismo

Mucha está gente comentando sobre la gran película de culto que rompe esquemas y, según Butters, es comparable a Bob Dylan o el mismísimo Beethoven

FALACIA Nº 1: ¡Pero es ficción! Es obvio que La paisaja Jacinta es ficción, el problema es que las vestimentas que posee representan necesariamente una realidad.

FALACIA Nº 2: Pero entonces "Machín" que hace tonterías representa al costeño y no dicen nada. Por supuesto, porque estos personajes no representan al costeño, sino a su diversidad ya que la costa es representada por una amplia gama de personajes ¿por qué tendría que representarlos Machín si abundan los costeños de todo tipo en la televisión?

FALACIA Nº 3: Entonces Salvador del Solar en Pantaleón y las visitadoras denigra a la mujer de la selva. En la película de Lombardi se representa a la prostituta de la selva, no a la mujer de la selva. Hay que ser ingenuos para no ver esto. Lo mismo que la falacia dos: No porque se vea un militar así se pensará que todos los militares serán así ¿Por qué? porque los militares están representados en todas sus formas.

EN EL CASO de La Paisana Jacinta: No se ve en medios masivos a la mujer andina en toda su diversidad, por lo tanto quien asuma su vestimenta necesariamente tendrá una carga simbólica, de representatividad. Si este personaje es deforme negativamente, su efecto será la generación de estereotipos que provocan prejuicios y racismo.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Cine peruano

Este es  mi top 10 de películas peruanas.

sábado, 12 de marzo de 2016

Qué es la Literatura

En este video explicativo describimos los aspectos generales sobre la literatura. Puedes descargar también las diapositivas del tema.


DIAPOSITIVAS

Descarga las diapositivas aquí:

sábado, 3 de noviembre de 2012

Batman: The Dark Knight Rises, tras la máscara


No se podía esperar menos de Nolan. Cintas como Memento  u Origen, donde se plantean problemas de la mente, de la memoria en la primera y, épicamente, del recuerdo en la segunda; han hecho de él un director que brilla con luz propia por la manera personal de tratar sus películas: Con una carga psicológica, el otro lado del ser humano. Dejar una trilogía en manos de Nolan, una trilogía del héroe de un cómic, es algo que se espera ¿Cómo lo resuelve un director serio, que pone en manifiesto el lado humano, psicológico de sus personajes? ¿Optaría por la ficción exagerada de Burton? ¿Cómo se tomaría la ficción de un cómic? Con cierto realismo, si no fuera por la capa y la siempre oscura Gotham; un realismo que nos permite llegar incluso a la carga política de la que Zizek escribe. Otra cosa a destacar del título es la capacidad de Nolan de escapar al héroe de la máscara y presentarnos a personajes con dilemas éticos. Wayne llega incluso a antihéroe. La humanización de Batman, del héroe, la no idealización de los personajes sitúa a la trilogía en cine de vanguardia.
En la tercera entrega, Ocho años después de los sucesos de Joker, se ve a un Wayne autoexiliado en su propiedad. Su inversión en una planta generadora de energía fue cerrada por traer consigo el peligro de una explosión nuclear. Aparece Miranda, quien quiere apoyar a Wayne en su trabajo filantrópico y su regreso a la sociedad. Después de la muerte de Dent, quien ya se ha vuelto un mito, el mito de la moralidad, el comisario Gordon no se siente preparado (o siente que la ciudad no lo está) para decir la verdad. La mentira sobre la culpa que recae en Batman sigue vigente. El “villano” aparece encarnado en Bane, otro miembro de la Liga de las Sombras, quien se encarga de enfrentar directamente a Wayne mediante la Wall Street, donde reduce su riqueza. Wayne le da el liderazgo de sus empresas a Miranda y vuelve a ser Batman. Bane lo reduce y lo encierra en una prisión profunda de donde cuentan, solo un niño pudo salir y se presume a lo largo de la cinta que fue Bane. Destaca también Kyle, la gata ladrona que roba solo a los ricos y traiciona a Batman al entregárselo a Bane.
Con Wayne encerrado, Bane toma el poder de Gotham, se apoya en una nota de Gordon donde confesaba la verdad sobre Dent. Al caerse el mito de la moralidad que éste encarnaba, Bane libera a los prisioneros bajo la Ley Dent. Y empieza una revuelta y acorrala a las fuerzas del orden en túneles subterráneos.  Bane también logra poseer la planta generadora de energía de la compañía de Wayne, convertida ahora en arma nuclear. Luego de intentos fallidos, Wayne logra salir de su profunda prisión. Al ir al rescate de Gotham se enfrente a Bane, pero se ve traicionado por Miranda quien lo apuñala y lo deja herido. Se devela que no fue Bane quien logró salir de la prisión, sino Miranda, hija de Al Ghul, ex líder de la Liga de las Sombras. Más bien Bane fue quien la ayudó, dejándose golpear por quienes querían impedírselo. Kyle, la gata, ahora se une a las fuerzas del orden y ayuda a Batman.
Finalmente, al más puro estilo mesiánico, Batman se inmola trasladando el arma nuclear de Gotham al mar y para pintar más la figura, luego de su presunta muerte, se le ve tal como Alfred se lo imaginó, con una compañera y a colores.
La cinta no es decepcionante, considerando la carga que tenía encima: dos entregas previas épicas. Desde las primeras secuencias, se deja notar una fotografía memorable. El tiempo es justo, casi tres horas. La historia va acompañada por la banda sonora de Hans Zimmer, con su talante wagneriano y silenciosamente omnipresente.
Pero es necesario adentrarnos un poco en los significados que Batman encierra. Recordemos la segunda entrega con un Ledger relevante, a cuyo personaje (Joker) Zizek, no dudó en compararlo con Assange: “El Joker quiere revelar la verdad detrás de la máscara, convencido de que esto va a destruir el orden social”. Claro está, los Wikileaks y la máscara detrás de quienes manejan el orden social, la verdad que tras ello se esconde.  Y, es cierto: “la moraleja tras la película es que la mentira es necesaria para mantener la moral pública”.
Hay una nueva moraleja occidental en la tercera entrega, una analogía entre la revuelta de Gotham y el movimiento OWS (Occupy Wall Street), un mantenimiento del orden social, un Bane profundo y un Wayne mesiánico.
Fuente: The Guardian
No se tardó Zizek en resaltar las semejanzas entre la revuelta de Gotham y los acontecimientos del movimiento OWS. La cinta, según Nolan solo trata de ver la realidad de forma “honesta”, comillas de Zizek. Además  “la película ridículamente tergiversa sus objetivos y estrategias”. OWS es el grupo más resaltante de Estados Unidos, que tuvo trascendencia en más de cincuenta ciudades. Ocuparon el distrito de Wall Street para protestar contra el poder de las empresas y que terminó con 700 personas detenidas, clara está su carga de violencia. Según Zizek “El problema de la película es que traduce erróneamente esta violencia en terror asesino”
Al margen de ello, es cierto que The Dark Knight Rises tiene una carga ideológica significativa; pero no es la única cinta. No es extraño que en el cine occidental se haya combatido, primero con un demente perverso y luego con un terrorista sin límites para mantener el orden. Lo que diferencia a Batman es que el terror, encarnado en Bane, no se lleva solo a cabo por él, los revoltosos no son anónimos, extranjeros; sino se sitúan dentro de la misma ciudad y son la gran mayoría, su tarea es derrocar las élites de la sociedad, incluso realizan juicios populares donde las únicas sentencias son la  vida o la muerte. La imagen es clara. Bane es, también, un hombre motivado por el amor, en oposición a Wayne,  lo que profundiza Zizek con una comparación del Che. Además, tiene el poder de manejar masas, he ahí su principal amenaza.
Batman refleja tiempos actuales. Evidentemente Nolan se sostiene en la ficción para decidir las analogías. La cinta posee personajes con dilemas éticos, resoluciones peligrosas, una inmolación y un público que lo asume.

jueves, 26 de abril de 2012

Haneke: La Pianista


Hay otro cine que esquiva lo moral y se acerca a lo real, que llega al borde del abismo, sin inquisiciones, un cine posmoderno. Funny Games es una “poesía” a la violencia pura, es una cinta insoportable que nos dispone a otras formas y un director con capacidad de no fingir, ser sincero, perturbar conciencias y remover estómagos.  Haneke es particular, un director sin concesiones, en su recorrido está también La Cinta Blanca, un film que muestra una sociedad enferma dentro de una moral protestante.
La pianista es una obra escrita por Elfrid Jelinek (Nobel 2004), la primera que Haneke lleva al cine;  no en su totalidad. Toma la relación “amorosa” de Erika (Isabelle Huppert) y Walter (Benoît Magimel). La historia se desarrolla en Viena. La difícil relación-- que en el transcurso se vuelve aberrante-- que vive Erica y su madre (Annie Girardot) es la primera puesta en escena y la semilla para el desarrollo de la personalidad anormal de Erica. Una madre posesiva con una hija que ya bordea los cuarenta es un hecho suficiente para abordar un personaje particular: Erica es una profesora de piano rígida y políticamente correcta, pero también es una mujer con experiencias voyeurísticas, consumidora de cintas pornográficas que llega incluso a experiencias autopunitivas. Su desdeñable vida se ve interrumpida por Walter, un pianista que incluso se matricula en sus clases para ganarse a su maestra, quien al acceder le  propone sus deseos a través de una carta, estropeando así la relación.
Es una forma de contrato, un indicativo del masoquismo del que escribe Deleuze: “…contratos  que los formalicen, que los verbalicen; y las cosas deben ser dichas, prometidas, anunciadas, cuidadosamente descriptas antes de consumarse” (Gilles Deleuze. Presentación de  Sacher–Masoch. Lo frío y lo cruel. 1967). Allí una descripción exacta de la carta que Erica le escribe cuidadosamente a Walter; pero la promesa, el contrato no se consuma, ninguno de los dos puede ejercer “el amor” a su manera. Walter actúa, inicialmente, con normalidad; pero Erica pone sus reglas. El contrato fracasa, Walter ve un monstruo (el Bello y la Bestia). Finalmente (spoiler) a él no le importa; ella llega a sentir y su sentimiento la lleva a romper el contrato y someterse ahora a sus condiciones; pero mostrar su malsano lado sexual le cuesta el interés de Walter, quien finalmente se revela y acaso toma esta situación como un reto; aunque con una metamorfosis severa: la viola; se consuma un cumplimiento inesperado y tergiversado de los deseos de Erica.
Al cerrar, ella ve a Walter con otra mujer y se presenta esa escena antológica que cierra magistralmente Huppert (su actuación le valió un Cannes) con esa daga que se introduce profundamente en el pecho, pero sin llegar jamás al corazón. Un simbolismo de la diferencia entre carne y alma.
La música es tratada de manera muy personal: Se muestra por su ausencia, no es un compensador de las debilidades fotográficas (según concepción del propio Haneke), se oye solo como parte de la acción. Y es cierto que a Haneke las imágenes le bastan. Además, hay una muestra de lo que la sociedad conservadora valora como arte: una pieza tocada sin alma. Los recitales de Erica son aplaudidos por esa deshumanidad que elige la forma.
La pianista  es un film sincero y provocador